jueves, 12 de junio de 2008

La hija-nieta mayor de Fritzl se reúne con su madre y sus hermanos tras salir del coma inducido



Léela en silencio y con la puerta cerrada


A veces siento un dolor muy agudo en el pecho. Y no sé por qué. Otros días tengo la impresión de que la cabeza me va a explotar. También estoy acostumbrada a que unas manchas rojizas invadan mi cuerpo de la cara a los pies. Me pican, son molestas,pero he aprendido a vivir con ellas. Cuando no me salen es como si las echase de menos.

Últimamente no hago más que soñar con puertas abiertas. Me agobio y pido a una figura que no reconozco que las cierre. Es un señor de avanzada edad con una cara borrosa. Jamás he podido ver sus facciones, pero le pido que las cierre porque me dan miedo las puertas abiertas. Desde que nací, según dicen en 1989, sólo he visto un lugar. Siempre estaba cerrado. Estaba flanqueado por unas ocho puertas de acero. Supongo que debe de ser lo normal. Echo de menos la lámpara de luz ultravioleta. Debería pedir que me la devolviesen. El sol no me acaba de convencer.

Hace días he despertado del coma. Según las personas que me atienden con tanto cuidado mis primeras palabras han sido: “Hola, una nueva vida”. Yo no recuerdo haberlas dicho, pero a estas personas sí que les he podido ver la cara. Debe de ser que ya estoy bien. Veo las cosas de otro color cada vez que pienso que podré realizar un viaje en barco. Me apetece.

Desde que abrí los ojos, una mujer me intenta explicar a diario la que dice que es mi historia. Mi padre es también mi abuelo, que también es el padre y el abuelo de mis cinco hermanos, con los que compartí todo este tiempo. Todos los días, con mucha paciencia, me repite lo mismo. No lo acabo de comprender. Mi cuerpo, sin motivo alguno, se bloquea entonces. Lo único que puedo hacer es explorar con mis ojos toda la habitación hasta que se clavan en los de mi madre. Ella es la única que me comprende y la única de la que me fío de verdad. Y tengo motivos. Era la que siempre estaba conmigo cuando me levantaba, cuando comía, cuando leía, cuando me acostaba. Nunca me ha dejado sola; ni a mí, ni a mis hermanos. Le debo mucho más que mi vida. Ella es mi vida.


Todos dicen que es un milagro recuperarse de un fallo multiorgánico. Estuve a punto de morir, aunque eso a mí no me preocupa mucho. De hecho, creo que ya he estado muerta; muerta todos y cada uno de los días de mis 19 años de vida, iguales, herméticos, monótonos, grises y aburridos.


Recanuajo

La Croaca, 12 de junio de 2008

7 comentarios:

  1. ni en silencio, ni con la puerta cerrada, sino con los becarios de la biblioteca dando vueltas por aquí
    y aún así es inevitable la empatía y el terror, a partes iguales...esa historia si que parece ficción envasada en hechos reales...

    enhorabuena renacuajo

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  2. una auténtica cárcel su propia vida

    no puedo evitar imaginarme a mí misma con mis 19 años con las manchas rojas de cabeza a pies...

    escalofriante

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  3. Lo que ella siente ahora es lo mismo que sentiríamos nostros si nos encerrasen en un zulo. Puede que jamás llegue a acostumbrarse a la vida y tenga que buscar un sitio donde encerrarse.


    qué miedín!

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  4. como los exámenes duren mucho más me acabarán saliendo manchitas rojas de esas...

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  5. Seguramente acabará teniendo un programa en la televisión como Natascha Kampusch. Que no se queje, que otros llevamos encarcelados también mucho tiempo para conseguir lo mismo.
    Ahora en serio, la gente está loca.

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  6. Como dice havie, encerrada en la más absoluta libertad. Podría ser una metáfora.

    Monstruoso se mire por donde se mire.

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  7. pero mira el dibujo que belleza, los búnquers fomenta nla creatividad.

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