martes, 17 de junio de 2008

Heridos cuatro pasajeros tras el frenazo de un autobús urbano en la capital (Córdoba)

Noticia original aquí.

Léelo pensando que la persona que está a tu lado es un desquiciado.


Lleva 23 minutos buscándose algo en el bolsillo derecho del pantalón, debe de pensar que todos valemos más muertos que vivos. No es que sea una obsesa del tiempo, es que sabe más el diablo por viejo que por diablo, y además tengo el reloj del autobús en frente. Escucha reggaeton a todo volumen y, pese a ser las tres de la mañana, he sido cocinera antes que fraile y, hablando mal y pronto, pienso que tiempo dormido, tiempo perdido. Tiene la cara llena de picotas de los granos, los ojos achinados, y el pelo muy sucio. “Te conozco, bacalao”, pensé. No quería gritar alarmada que el señor que estaba sentado a mi derecha llevaba una pistola escondida en el bolsillo. Vaya forma cruel y vil de delatarlo. Pensé que si hacía eso, me estaría ahorcando con mi propia soga, y que secreto de tres, secreto no es. Así que decidí callarme (como una puta, dicen algunos) y aguantar el miedo y la sabiduría yo sola. Como bien dicen, fía sólo en dos: en ti y en Dios, y ahora me imaginaba que inmolaría todo el autobús con una bomba pegada a su cuerpo. Como vivir prevenida es de buen sentido, intenté adivinar la forma del artefacto que nos haría volar sin alfombra y carbonizados por el cielo de Córdoba. Me empezaba a poner nerviosa, tenía ganas de gritar al autobús entero “Paciencia hermanos, y moriremos ancianos” para tranquilizar a unos viajantes que eran totalmente ajenos al peligro que guardaba mi compañero en su bolsillo derecho o enrollado en su cintura. Con pinta de bobo o loco, a los que no hay que tenerlos en poco, no se sacaba la mano de allí. No debía de ser fácil tomar una decisión así. Pero el imbécil del reggaeton, con pinta de desequilibrado, pelo sucio, ojos achinados, y con un arma tan peligrosa con la que poder acabar placenteramente con los que allí estábamos, sacó un regaliz negro del bolsillo beige de los chinos. En ese momento pensé que da dios bragas al que no tiene nalgas, y que los refranes de viejas son sentencias.

Y es que tanto nadar, para morir en la orilla.

6 comentarios:

  1. También existen los que hablan de hombres refraneros, hombres majaderos...

    Fdo: El monstruo de las galletas

    ResponderEliminar
  2. y mientras a ti te pasaba todo eso a mí me estaban aplicando el si quieres peces mójate el culo, aunque vosotras digáis que mucho ruido y pocas nueces

    ResponderEliminar
  3. me encanta el morbillo de pensar que a los amigos mantenerlos cerca, pero a los enemigos más; concretamente, sentados al lado en el autobús

    ResponderEliminar
  4. Y a quien buen árbol se arrima buena sombra le cobija y dime con quién andas y te diré quién eres, que no tienen nada que ver con el tema que nos ocupa. La historia a me ha gustado mucho, aunque evitaré ir en autobús. Tendré que llamar más a mi chófer.

    ResponderEliminar

Creative Commons License
Blog Anfibióticos by Anfibióticos is licensed under a Creative Commons Reconocimiento 2.5 España License.