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Léelo pensando que la carta va dirigida a ti.
Follar con ella era un puto suplicio para mi autoestima. Ella gemía y yo me desempalmaba al mismo tiempo.
Más tarde ni siquiera podía escucharla beber batido. Hubiese sido capaz de ponerme de rodillas, darle la mano y sacar una caja llena de clavos para que me los metiese por los oídos uno por uno. Me hubiese pasado las noches rezando con tal de que al día siguiente no tuviese que abrocharse los botones de la chaqueta o atarse los cordones. Me quería, y yo no sabía si la solución era que se largarse. Llegó un momento en el que no la dejaba encender la tele ni la radio. También me negaba a que pasase las páginas del periódico. Dos días sin comer, con tal de no abrir el frigorífico. “Es esta puta casa”, pensé.
Como comprenderás, acabé marchándome con ella a otro piso. Una cocina llena de cucarachas y un baño a reformar, pero sin ruidos viejos. A la semana ya me resultaba familiar el ambiente, y todo era más insoportable aún. Lo único que pensaba era “maldita zorra” todo el tiempo. La tenía medio encerrada, pero en realidad cuando más disfrutaba era cuando ella no estaba en casa. No podíamos poner música. No podía tirar de la cisterna, ni abrocharse el sujetador. No dejaba que me susurrase al oído. Me estaba volviendo completamente loco, Elisa. Dejé de dormir. Me dediqué a sufrir todos los días. Ella lo único que hacía era mirarme y parpadear pausadamente. Me quería, me quería y yo no quería que se largase. No sé si ahora me entiendes, Elisa. No sé si ahora encuentras explicación a porqué te he mandado mis dos orejas en ese paquete. Me corté las orejas porque todo me recordaba a ti. Puedes regalárselas a otro si quieres.
qué buenísimo ranadeingleamarilla
ResponderEliminarel final y el principio sublimes, aunque es difícil mantener la risa en nuestra querida amiga maría moliner.
en fin, que la chica debería llamarse eloísa, y el marido preguntarle "eloísa, dónde están los papeles de las orejas, eloísa"
muxu
taosalamandra
que mal royo lo de cercenarse los miembros.
ResponderEliminarCada día me dais más miedo
ResponderEliminarMe encanta que homenajees a Van Gogh y a la amante de Beethoven, Elisa, en este gran relato que, como siempre, no entendemos.
ResponderEliminarI love it, bicha!